Un día te levantas y te das cuenta que no sólo el mundo ha evolucionado, sino que tú formas parte de esa evolución. Te enorgulleces de ello y vives con esa motivación interna hasta que…de nuevo, al día siguiente, nada vuelve a estar en el mismo lugar del día anterior.
Momentos de miedo al cambio, reflexiones internas, pensamientos confusos, “des-idealización” de creencias y así hasta que de nuevo logras ver de nuevo la claridad, vuelves a la evolución personal desarrollando lo que se te pasó por la mente.
La monotonía de la incertidumbre arraiga por momentos dentro y con ello te cuestionas si la evolución constante puede llegar a convertirse en monótona y si lo que estás haciendo es lo que debes, quieres y sabes hacer. La honradez para con los demás empieza en tí mismo.
Esta reflexión surge a raíz de un cuento que escribió mi hija cuando tenía 7 años y que, con permiso de ella, comparto con vosotros.
“ Había una vez dos mariposas que nunca sabían que hacer.
Andaban de un lado para otro sin parar, pero un día se les ocurrió una idea:
-“¡Podemos jugar a correr y saltar!”-, acordaron.
Lo probaron y no les gustó. Corrieron a preguntar al Emperador Mariposa y éste les dijo que lo que realmente le gustaba hacer a las mariposas era... ¡volar! ” (Helena)
¡Gracias, Helena, por enseñarme tantas cosas!
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